El Papa argentino necesita de sus coterráneos. El vaticanismo le saltó a la yugular a los 86 años. Cumple una década como Vicario de Cristo y el sueño del regreso a su Madre Tierra es más que oportuno en una convulsionada Latinoamérica.
La llegada del Papa a la Argentina es el viaje más esperado. La mirada de su viaje es América Latina. Nos quiere abrazar a todos por igual
Simón de Cirene o El Cirineo era un hombre de pueblo, casi desconocido, un hombre «que venía del campo» anónimo para el resto de los suyos antes de Cristo. Era uno más de miles, con una particularidad que no está en el relato bíblico, pero que hoy, más de 2.000 años después, podemos interpretar con la mirada que poseemos en el Siglo XXI.
Un día Simón salió de compras junto a su hijito. Él estaba a cargo de las tareas domésticas, todo un gesto para esa época. Era originario de Cirene, del norte de África, y se ocupaba de sus hijos Alejandro y Rufo. Camino al mercado se cruza con el Vía Crucis de Jesús, que marchaba a paso lento y cansino rumbo al Gólgota, conocido como El Calvario, cerca del exterior de las murallas de Jerusalén.
De repente y sin pedir permiso, los soldados romanos lo agarran de prepo entre la multitud y sin saber nada de nada de Jesús -era sólo un espectador de un evento cruel- lo obligan a cargar la Cruz que el hijo de Dios ya no soportaba más sobre su espalda. En ese momento todo se transformó. Para él, y para la Historia de la Humanidad.
Simón de Cirene soportó la pesada Cruz un largo tramo, comprendió del esfuerzo y el sacrificio, dejó lo mejor de sí para cumplir su obligada responsabilidad inesperada y muy rápido se convirtió en discípulo del Mesías. Se transformó en un soldado de la causa por la paz y los pobres. Entendió su momento y su debilidad.
Más de 2.000 años después son muchos los que sienten el llamado a hacernos cargo de la Cruz del papa Francisco. Él nos necesita. Es una reciprocidad. Sobre todo, para aquellos que lo hemos cruzado en el camino. No podemos mirar para otro lado. Miles de miles miramos como El Cirineo para abajo y caminamos. Y sentimos que debemos hacernos cargo. Hagamos como él, tomemos su ejemplo, pongamos el cuerpo para soportar la pesada Cruz del Vicario de Cristo. Devolvamos su amor. Inclusive aquellos no creyentes o que no profesan el catolicismo, pero que sienten en el papa Francisco a un líder político o un hermano mayor en la Fe.
